La oficina de aquí al lado: Capítulo II - Rosa Mari y el ecologismo.

Para alguien que vive en una gran ciudad, el término ecologismo no es sencillo de explicar. Más allá de saber de Greenpeace, estar acostumbrado a los contenedores de colores por las calles, quejarse de la falta de zonas verdes y lamentarse de la extinción de los pandas, el movimiento adquiere un borroso significado.
Ser ecologista es bueno, ya que demuestra lo altamente concienciado que estás sobre el sufrimiento de la Madre Tierra. Si además has plantado un pequeño arbolito en el parque de debajo de tu casa, tu conciencia cívica es irrefutable y ya puedes caminar orgulloso por el mundo como heraldo del ecologismo que eres.
Rosa Mari es ecologista, aunque realmente no tenga ni idea de qué significa serlo. Ella simplemente lo necesita para sumar un punto de carisma a su estatus social. Alrededor de su ordenador, una jungla de cactus y pequeñas plantas de sobremesa, simbolizan su amor por la vida vegetal. Aunque realmente, el motivo de su pequeño jardín es la construcción de un inexpugnable escudo antirradiación. Ante la muerte de alguno de los pequeños cactus, Rosa Mari exclamará al cielo “¿por qué se me mueren todas las plantas que pongo aquí?”. Si alguno de sus compañeros se digna a responder lo de los rayos magnéticos, ella pensará que si no llega a ser por el pobre cactus su cerebro acabaría así en pocos meses. Al fin y al cabo el sistema ecologista funciona, Rosa Mari planta un árbol y el cactus le salva la vida.
Recientemente, en su empresa, los directivos pensaron que reducirían gastos induciendo a un menor gasto de papel, así como reduciendo el consumo de tinta de impresora. Así que los brillantes cerebros de marketing diseñaron una reluciente frase para que los de gestión interna presentaran a la plantilla. Apelando al sentido ecológico individual, tan de moda en estos tiempos que corren, se decidió incluir en todos los mensajes de correo electrónico un par de líneas que recordaran el gasto que supone generar un kilo de papel. Remarcando que únicamente se imprima el e-mail si es realmente necesario.
Para Rosa Mari, todos sus e-mails son de vital importancia, por lo que no dudó en imprimir varios de ellos un par de veces ya que los primeros tenían un dato incorrecto.
Ante tal atentado a la vida vegetal, uno de sus compañeros en tono de broma de oficina, la mira y le dice:
- Rosa Mari, ¿para que imprimes tanto correo? ¿No has leído el letrerito de que cada tonelada de papel cuesta no se cuántos árboles?.
Ella se queda atónita intentado descifrar el verdadero mensaje que se esconde tras la irónica observación de su compañero y, sonriendo socarronamente le contesta:
- ¿Y? ¿Acaso los plantas tú los árboles?.
Y es que Rosa Mari es una ecologista.

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