Ópera Rock: Legado de una tragedia

Muy buenas de nuevo. Ya que el otro día os recomendé que le echárais un ojo a un fan film sobre el Señor de los Anillos, hoy voy a dedicar el post a recomendar un producto musical nacional. Se trata de una ópera rock basada en la vida y obra del escritor Edgar Allan Poe.
A poco que hayamos leído, podemos imaginar que el carácter huraño y atormentado de Poe a lo largo de su oscura vida, puede dar bastante de sí a la hora de componer una obra basada en él. Y esto es lo que han intentado los creadores de "Legado de una Tragedia"; un elenco de músicos muy conocidos del panorama heavy/rock español que desde 2004 han estado dando forma a esta ópera rock. Entre ellos están Leo Jiménez (Saratoga, Stravaganzza), Patricia Tapia (Nexx, Mago de Öz), Óscar Sancho (Lujuria), Niko del Hierro (Saratoga), Pablo García (Warcry), Jero Ramírez (Saratoga, Jero) y un largo etcétera. Entre todos, han conseguido sacar adelante un disco que nada tiene que envidiar a las metal opera que hemos visto en los últimos tiempos (Avantasia, Aina, Nostradamus, Da Vinci...).
Para más información sobre el proyecto, con fecha esperada de lanzamiento el 16 de Diciembre de 2008, mejor que seáis vosotros quienes visitéis su página oficial (http://www.myspace.com/legadodeunatragedia) y escuchéis algunos de los temas que tienen disponibles. Personalmente me encantan "El Cuervo" y "Fe sin Dios".
Y nada más, espero que os guste y no volváis a quejaros de que no hay discos nacionales bien trabajados... nunca más.

La Caza de Gollum

Muy buenas a tod@s... si es que hay alguien ahí.
Rompo el silencio de meses para hacer un poco de divulgación a favor de un fanfilm basado en la obra de Tolkien "El Señor de los Anillos". La película en cuestión lleva siendo producida desde el año pasado, y en ella se narra la historia de Aragorn dando caza a la criatura Gollum para averiguar la verdad sobre al anillo de poder.
La gente involucrada no tiene intención de sacar ningún provecho económico ni cobran por ello, siendo aficionados al libro que únicamente pretenden contar la historia. De hecho, incluso pedían colaboración, por si alguien a quien se le diera bien alguna de las tareas que necesitaban realizar queria formar parte del proyecto, fuera profesional, aficionado o principiante total.
De momento llevan gastadas unas 3.000 libras, y la película (de unos 40 minutos de duración) estará lista a principios del 2009 para descargar en su página web: http://www.thehuntforgollum.com/.
Si os gusta el Señor de los Anillos (el libro, no él en sí mismo :p), no dudéis en visitar la página.
Yo, por mi parte, ya tengo ganas de poder ver el resultado.

Cómo ser heavy (I)

El otro día, un amigo mío que se dedica a navegar por blogs y foros de adolescentes atribulados por sus problemas, me dio la idea de este post. Parece ser que, por ahí fuera, la gente se pregunta cómo ser algo. ¿Cómo puedo ser aficionado de la Selección? ¿Cómo puedo ser popero? ¿Qué hacer para ser Emo?. Pues bien, adolescentes sin personalidad alguna sedientos de camaleonizaros en algo que no sois ni sentís, aquí tenéis unos consejos sobre cómo ser heavy.

Para ser heavy, lo primero que hay que procurarse es la vestimenta. Dado que estamos en verano, os voy a proponer un estilo que, si bien no es el auténtico de metalero de libro, os permitirá ir cómodos a la par que molones (¿aún decís esto los jóvenes?). Tirad las converse y las camisetas con mensajes friki-ambiguos, y agenciaros el auténtico vestuario heavy. En primer lugar, una camiseta negra de algún grupo híper conocido: Iron Maiden, Metallica, Mötorhead, AC/DC, las de Manowar se llevan mucho, etc. Ahora unos bonitos pantalones cortos (o pirata a la altura del gemelo) con estampado militar. Todo esto lo completamos con un chaleco vaquero lleno de parches: un parche gigante en la espalda, un par de logos en la pechera, y toda clase de parchecillos de todos los grupos existentes posible en el resto de la chaqueta. Ahora esto lo rematamos con unas zapatillas negras de cualquier marca baratuna, una pulsera de pinchos en la muñeca y un colgante en forma de púa. Muy bien, queridos lectores, ya estáis vestidos de heavy. Sólo os falta dejaros el pelo largo, aunque ahora hay todo tipo de heavys el pelo largo es lo mejor. Y nada de largo amariconado recortando puntas, con que lo lavéis ya vale, la peluquería para las marujas. Los que llevéis la maldita “greña emo” sobre la cara ya estáis cortándoosla o integrándola hacia atrás en la melena.

Obviamente no todo es la apariencia (¿verdad?), así que tendréis que culturizaros un poco en la religión del metal. Lo primero que hay que hacer es elegir un grupo de los grandes como favorito y adoptarlo como Mesías. Aquí lo suyo es ser fan de AC/DC, Iron Maiden, Metallica... vamos, los mismos que la camiseta que hemos comprado. Seguidamente entraremos en un foro y buscaremos los discos que la gente dice que son los mejores. Aprovechad que estáis en el foro y quedaros con alguna frase lapidaria para utilizar en las conversaciones que tendréis con otros metaleros. Por ejemplo: “estos no harán un concierto como el de Donington del 88”, “Clive Burton si que le metía caña, éstos ya no tienen huevos”, “son los mejooooooresssss!”, “El De Maio es más heavy que una lluvia de hachas”, etc.
Continuaremos eligiendo uno de los mismos grupos de arriba para odiarlos a muerte. Gritar “son muy comerciales”, “dan asco”, “puta panda de drogadictos maricones” nos hará parecer que les odiamos más.
El ritual de aprendizaje sigue con el estudio de los grupos clásicos, que merecen todo el respeto del mundo. Aprenderse quienes son Black Sabbath, Led Zeppelín, Rainbow es de carácter obligado, así como conocer alguna de sus canciones.
Ya por último, tenéis que elegir un grupo minoritario para ser el fan número uno. Todo heavy tenemos un grupo poco apoyado a nivel masivo pero que nos vuelve loco. Suele ser un grupo local/nacional poco reconocido. Aquí lo tendréis más jodido porque en los foros no se habla mucho de ellos... pero si queréis ser heavys también hay que currárselo un poco. Cada vez que suene una canción de ellos (si es que suena) en algún garito, deberemos fliparnos como Angus Young pasado de anfetas (¿qué quién es Angus?, repasad el primer punto, id a la wikipedia por el amor de Dios, bueno de Satán que vais a ser heavys).
Con la excusa de escuchar en un “pafeto” alguna canción de los grupos que os habéis aprendido, podéis entablar conversación con alguien al que veáis que les gusta la banda. Mirarle a los ojos y decirle “son la polla” es un buen comienzo. Después haced algún comentario sobre la técnica del guitarra o la voz del cantante, y dejad que vuestro interlocutor lleve el resto de conversación, vosotros asentid levemente cada cierto tiempo, recordad que al fin y al cabo sois heavys de palo. No se os ocurra comparar a los miembros de un grupo con sus enemigos naturales. No os metáis en debates Megadeth-Metallica, Dio-Ozzy, Dickinson-Blaze, Helloween actuales o antiguos y un larguísimo etcétera. Aunque, pensándolo bien, a la mitad ni los conoceréis.

Vamos a proceder ahora a comentaros cómo comportaros. Primeramente, debéis de dejar de ir a los locales que acostumbráis, con nombres de mariconada cool tal como Ambrosía, Piruleto o Mareíto, y empezar a ir a los locales heavys de vuestra ciudad. Son esos que en lugar de proyectar luz la absorben y cada vez que se abre la puerta sale un estruendo del infierno. En cuanto entréis, id a la barra, llamad la atención del camarero cogiéndoos las muñecas a lo Manowar y pedid una cerveza, pero un litro. Nada de martinis con limón ni malibúses con piña, so nenazas, cerveza o whisky (jack daniels) y si puede ser todo junto mejor que mejor.
Una vez que estéis avituallados, debéis sentir la música. Cada acorde de guitarra es una patada en vuestras pelotas, cada solo una puñalada en el corazón. Hay que hacer como que tocáis la guitarra (técnicamente air guitar) mientras movéis la cabeza arriba y abajo como en trance. En este momento, a los ojos del resto de la clientela del bar ya parecéis normales. Conforme vayáis bebiendo cerveza, pasaréis de flipaos a flipaos borrachos, pero eso es justamente lo que os hace falta para llegar el lunes a clase con cara de muerte y poder vacilar al resto.

Si seguís este tópico mini manual de bolsillo, en una semana habréis conseguido pasar de lo que quiera que fuerais a ser el heavy de la semana. Habréis pillado una buena cogorza por primera vez en vuestra vida e incluso es posible que os hayan metido algún sopapo por decir algo inapropiado hablando con algún metalero. ¡Cuantas cósas para contar en vuestro photolog!, ¿no?
Próximamente hablaremos de cómo debéis acudir a un concierto de Metal, lo que vendría a ser algo así como un bautizo. Mientras tanto, seguid practicando las poses metaleras o, si es muy duro, haceos de lo que se lleve esta semana.

Sigue tu apredizaje para ser el perfecto heavy en "cómo ser heavy (II)".

La oficina de aquí al lado: Capítulo V - La subcontratación

Un buen día, mientras miraba las fotos de un diario local, Rosa Mari topó con la palabra “subcontrata”. Extrañada, le preguntó a su marido, quien le puso al corriente de lo que significaba. Esa noche, en sueños, le dio vueltas al tema y por la mañana había encontrado la solución a sus problemas: si subcontratar es pagar a alguien para que haga tu trabajo, y yo tengo algunos pringados bajo mi mando a los que no me hace falta pagar... subcontratar es que me hagan el trabajo por la cara.
Casualidades de la vida, este concepto casaba perfectamente con una nueva regla de su empresa respecto a la división de horas de los proyectos. Cada supervisor tenía un porcentaje del total de horas del trabajo, por analizar y revisar las tareas que los machacas hacemos, regla totalmente justa.
Rosa Mari, muy dada a cogerse el brazo cuando le dan la mano, es toda una maestra en alterar la relación porcentajes/tareas realizadas y no tardó en poner en práctica su plan maquiavélico.
Cada vez que le llega un trabajo, lo coge, lo lee, hace un random en su cabeza para elegir al desgraciado que pagará el pato y lo asigna. No le importa la carga de trabajo del susodicho sujeto. Seguidamente, suelta una frase del tipo: esa es parecida a otra que te he puesto... en teoría no es más difícil. Y aquí finaliza su análisis. Coge el teléfono, llama al jefe de proyecto y le dice que ya ha asignado a alguien para la tarea sonriendo satisfecha. El jefe, aprovecha la llamada y le reprocha alguna de las tareas retrasadas que acumula, lo que desemboca en muchos minutos de quejas sobre lo mucho que la agobian.
A todo esto, los currelas ya nos hemos puesto a trabajar en los regalitos de Rosa Mari. Analizamos, contrastamos, programamos, parametrizamos, instalamos y lo que haga falta. Una vez acabado le comunicamos la feliz noticia a Rosa Mari. Ella te mira con desconfianza y realiza una sarta de “preguntas sandez” que a mí, personalmente, me irritan sobremanera. Para que todos lo entendamos, es como decir que hemos terminado de construir un coche y se nos preguntara si hemos puesto cerradura y tapón en los neumáticos.
Esto ocurre si todo va bien, pero si no podemos arreglárnoslas a solas viene lo que yo llamo “bucle-espacio-temporal-rosamárico”. La cosa va así:
- Rosa, que esto no lo veo claro, a ver si me puedes echar una mano que necesito que me digas si realmente es así o utiliza el protocolo antiguo en otra cadena.
- Sí, ahora me pongo... pero es igual a la otra que te he puesto... míralo y ahora te digo.
Esto se repite hora tras hora y día tras día:
- Rosa, que el tema de los nodos estructurados sigue parado, que no puedo seguir si no me dices tal o cual.
- Sí, sí, en eso estoy... en cuanto acabe esto te lo miro.
Así hasta que le llaman la atención por no cumplir los plazos, que será cuando nos apretará (hasta las tantas si hace falta) para que encontremos la solución tras preguntarnos si hemos puesto el tapón a los neumáticos.
Y en este tipo de casos se produce el conocido “efecto-echar-mieda-en-ventilador”. Rosa Mari empuña el teléfono, llama al sujeto B a su mando y le cuenta que tenemos problemas y nos ayude: ya somos dos con problemas. Si ese segundo tiene problemas, ella llamará a un tercero para distraerle de sus quehaceres, tenerlo enganchado al teléfono y que encuentre la solución al problema del sujeto B, es decir, nuestro problema, realmente el problema de Rosa Mari o, lo que es lo mismo, aquello que le pagan por hacer.
Finalmente, cuando todo ha acabado, bien por la vía rápida bien por la lenta, ella te pregunta cuánto te ha costado. Tú dices que, por ejemplo, 10 horas. Ella hace el cálculo y te comunica el resultado: 10 para ti, por la tabla me tocan otras 4 para mí... le voy a poner 16 por si hay que hacer algo más (es decir, para quedármelas yo).
Luego vendrán las quejas cuando se acerca la hora de salir porque, entre llamar a casa y pedir hora en la peluquería, no ha podido terminar tal cosa y no tiene horas de proyecto que agenciarse
Y es que Rosa Mari sería cojonuda como sustitutivo del Viagra: te altera el ritmo cardíaco, te pone tenso, es retardante y te hincha las pelotas.

La oficina de aquí al lado: Capítulo IV - Ortografía de andar por casa

En la época en que Rosa Mari iba al colegio para aprender a sumar y escribir, no se estilaban los cuadernillos Rubio. Un paciente profesor de pelo cano, les daba la espalda mientras escribía con tiza blanca las normas básicas de ortografía en clase de lengua.
Rosa Mari siempre pensó que la clase de lengua iba sobre darle a la húmeda, así que siempre anduvo algo perdida entre tanto sintagma nominal y pretérito imperfecto.
Tras muchos años tomando apuntes y redactando memorias en la universidad, llegó a perfeccionar la construcción de las frases hasta niveles que nunca llegó a imaginar, sin embargo, en los años de letargo que siguieron fue perdiendo práctica y olvidando las normas ortográficas. Al fin y al cabo, le contaron que los procesadores de texto llevan correctores, así que no tenía que preocuparse por eso.
No es raro encontrarse a Rosa Mari preguntando si “hecho” va con h o sin ella. Las primeras veces te animas a explicarle que si es del verbo hacer entonces sí, pero a la tercera vez en la misma semana optas por hacerte el loco y murmurar algo. Ella preguntará de nuevo, añadiendo el ya conocido “es que nunca me acuerdo” hasta que alguien se lo diga.
Podríamos pensar que todo el mundo tiene lapsus de vez en cuando, que a todos nos baila un acento de vez en cuando, pero lo de ella roza el absurdo. Recuerdo un día, en que se dedicó a discutir con el técnico de mantenimiento sobre su nombre de usuario. Ella le decía continuamente su usuario añadiendo la coletilla “sin acento” (su apellido puede escribirse con o sin él). El nombre de usuario, donde ella trabaja, se compone de la primera letra de su nombre y el resto de su apellido... siempre en minúsculas y sin caracteres especiales. Su compañero se lo recordó entre risas, a lo que ella objetó: “bueno, pues por si él no lo sabe”. Claro, el señor de sistemas que lleva aquí desde el primer día no sabe nada de nombres de usuario.
Pero esto no es nada. El otro día, mientras mandaba un mail preguntó en alto para que lo oyéramos toda la mesa: ¿Fernández lleva acento o no?.
El tal Fernández, para más inri, es alguien con el que se manda correos diarios y el propio gestor de correo le pone el nombre bien escrito.
Su compañero, tan mordaz como siempre, le dice que Fernández lleva acento “desde que se inventaron los acentos, antes no lo sé”. Ella, le hace caso omiso, y empieza a murmurar palabras arcanas: “llanas y esdrújulas, acabadas en a, e..., ¿s, n?... no, agudas en ón, en... ¿cómo era?, nunca me acuerdo”.
Yo me deshuevo totalmente, miro al de mi lado (el que le hizo el comentario anterior) y empezamos a morirnos de risa allí mismo. Ante tal ajetreo, desde la mesa de detrás, alguien suelta: “va a ser mejor que tus hijos vayan pronto al colegio porqueeee...”. Ahí el descojono ya es total. Todos riéndonos de las ocurrencias de la buena de Rosa Mari. Ante tal humillación pública ella se defiende con su mejor argumento: “es que mi apellido puede escribirse de las dos formas, no es un tipo de palabra definido, a veces lleva acento y otras no”.
Personalmente, creo que entre estas y otras meteduras de pata que no recuerdo bien, deberían de ir reservándole un asiento en la Real Academia Española de la Lengua. Al ladito de Pérez-Reverte, el del capitán Pichatriste. Me los puedo imaginar debatiendo sobre la inclusión de anglicismos. Rosa Mari fijo que preguntaría: ¿pero esto no era la academia de español?.

La oficina de aquí al lado: Capítulo III - El aperitivo furtivo

No hace mucho, una compañera de trabajo de Rosa Mari dejó la empresa tras muchos años de servicio. Trabajaba en otro grupo y para otro cliente, con lo que nunca llegó a estar codo con codo junto a Rosa Mari, por lo que no había motivo para la tristeza.
Los compañeros de mesa y amigos de la prófuga, le organizaron un pequeño piscolabis con regalo incluido para que siempre les recordara. Juntaron dinerito a medias, compraron pastitas y bombones, y esperaron el momento.
Un viernes a las 12 es una hora perfecta para desfaenar durante un buen rato, así que, llegado el momento, dispusieron la comida en una mesa donde había espacio libre (¡oh, qué deliciosa casualidad!): la mesa de Rosa Mari. Concretamente las bandejas del convite estaban dos puestos más allá del suyo, con lo que no tenía acceso a ellas salvo pasando por encima de su compañero.
A partir de este momento, todo dejó de tener sentido para Rosa Mari y sólo podía concentrarse en el profundo dilema moral que le causaba el aperitivo de despedida: ella tenía hambre, quería comer… pero no había pagado. Inmediatamente nos pregunta a todos si hemos pagado. Una pregunta de lo más absurda ya que ninguno habíamos trabajado con la que se iba, pero claro, no fuera a ser que nosotros pudiéramos comer y ella no.
En el grupo de la chica que se marchaba comen, ríen y hablan con su compañera bajo la atenta mirada de Rosa Mari. Como están en la mesa de mi lado, uno de ellos nos dice a todos que podemos comer algo si nos apetece, que hay suficiente. Es el momento que ella estaba esperando, sin embargo, Rosa Mari pone la cara más digna que puede y suelta un: “no gracias, que no tengo hambre”. Pasa el rato y finalmente termina la fiestecita, quedando varias bandejas con empanadillas, bombones y demás pastas.
Cuando ya es obvio que los festeros no van a tocar nada más y, ante la proximidad de la hora de comer, aprovecho uno de los viajes de vuelta del baño para coger una empanadilla de espinacas con total impunidad. No pasa ni una centésima de segundo y la voz de Rosa Mari se alza del silencio: “¿Tú has pagado acaso? ¿Por qué comes...? Pues si tú comes yo también”. Hago caso omiso ante un razonamiento tan profundo y me siento a comerme la empanadilla con tranquilidad. Rosa Mari no tarda en pedirle a su compañero (el que está junto a ella justo al lado de la comida) que le pase una empanadilla a ella. Furtivamente, escondiéndola bajo la mesa tras cada bocado y mirando de reojo a la mesa de la chica que se iba, se la termina. No pasan ni cinco minutos y ya le está pidiendo otra a su compañero. A éste le entra la risa y le dice que se la coja ella, ya que ahora él no llega y también tendría que levantarse a por la comida.
A partir de este momento, asisto a la escena más ridícula que puede protagonizar un adulto: durante los minutos siguientes, Rosa Mari lloriquea y se queja cual niño pequeño para que le den lo que quiere. Me harto de oír tanta tontería, así que me levanto, cojo la bandeja y se la tiendo. Su compañero coge una pasta, mientras que ella duda, mira de reojo al otro grupo y al final la coge escondiéndola al momento tras el monitor del ordenador, a la vez que me dedica una mirada acusadora por haber revelado que ella estaba comiendo algo que no le pertenecía.
Una vez que ya ha sucumbido a la gula, no puede dejar pasar el festín gratuito que tiene al alcance de la mano. Rosa Mari alarga ligeramente su salida del trabajo -aprovechando que la gente que trabaja para otros clientes sale media hora antes- y antes de irse rellena su bolso con los restos de la fiesta, dejando cuatro tonterías para que no parezca abuso.
Misión cumplida, Rosa Mari comió gratis el viernes.

La oficina de aquí al lado: Capítulo II - Rosa Mari y el ecologismo.

Para alguien que vive en una gran ciudad, el término ecologismo no es sencillo de explicar. Más allá de saber de Greenpeace, estar acostumbrado a los contenedores de colores por las calles, quejarse de la falta de zonas verdes y lamentarse de la extinción de los pandas, el movimiento adquiere un borroso significado.
Ser ecologista es bueno, ya que demuestra lo altamente concienciado que estás sobre el sufrimiento de la Madre Tierra. Si además has plantado un pequeño arbolito en el parque de debajo de tu casa, tu conciencia cívica es irrefutable y ya puedes caminar orgulloso por el mundo como heraldo del ecologismo que eres.
Rosa Mari es ecologista, aunque realmente no tenga ni idea de qué significa serlo. Ella simplemente lo necesita para sumar un punto de carisma a su estatus social. Alrededor de su ordenador, una jungla de cactus y pequeñas plantas de sobremesa, simbolizan su amor por la vida vegetal. Aunque realmente, el motivo de su pequeño jardín es la construcción de un inexpugnable escudo antirradiación. Ante la muerte de alguno de los pequeños cactus, Rosa Mari exclamará al cielo “¿por qué se me mueren todas las plantas que pongo aquí?”. Si alguno de sus compañeros se digna a responder lo de los rayos magnéticos, ella pensará que si no llega a ser por el pobre cactus su cerebro acabaría así en pocos meses. Al fin y al cabo el sistema ecologista funciona, Rosa Mari planta un árbol y el cactus le salva la vida.
Recientemente, en su empresa, los directivos pensaron que reducirían gastos induciendo a un menor gasto de papel, así como reduciendo el consumo de tinta de impresora. Así que los brillantes cerebros de marketing diseñaron una reluciente frase para que los de gestión interna presentaran a la plantilla. Apelando al sentido ecológico individual, tan de moda en estos tiempos que corren, se decidió incluir en todos los mensajes de correo electrónico un par de líneas que recordaran el gasto que supone generar un kilo de papel. Remarcando que únicamente se imprima el e-mail si es realmente necesario.
Para Rosa Mari, todos sus e-mails son de vital importancia, por lo que no dudó en imprimir varios de ellos un par de veces ya que los primeros tenían un dato incorrecto.
Ante tal atentado a la vida vegetal, uno de sus compañeros en tono de broma de oficina, la mira y le dice:
- Rosa Mari, ¿para que imprimes tanto correo? ¿No has leído el letrerito de que cada tonelada de papel cuesta no se cuántos árboles?.
Ella se queda atónita intentado descifrar el verdadero mensaje que se esconde tras la irónica observación de su compañero y, sonriendo socarronamente le contesta:
- ¿Y? ¿Acaso los plantas tú los árboles?.
Y es que Rosa Mari es una ecologista.

La oficina de aquí al lado: Capítulo I - Mi casa, mi teléfono

Rosa Mari acostumbra a comenzar la jornada laboral alrededor de unos 20 minutos por encima de las 8:00 para evitar los atascos en el ascensor. Se sienta en su mesa tras comentar lo difícil que es aparcar de buena mañana y, entre resoplidos de estrés traído de casa, empuña el teléfono.
Mientras se inicia el ordenador, llama a alguno de los desarrolladores a su cargo y le acosa con preguntas sobre la tarea que le dejó ayer pendiente cuando ella se fue para casa. Preguntas que verá respondidas en e-mails que únicamente leerá después de la explicación del propio autor del e-mail. En la hora siguiente, se dedicará a atribuirse las horas de los proyectos a conveniencia mientras reparte trabajo sin analizar a sus desarrolladores. Cuando tenga algún problema, llamará a su responsable para preguntarle aquello que a ella le pagan por saber y que, en definitiva, es lo que debería decir a los encargados de llevar sus proyectos. Pero Rosa Mari es así, necesita pasar la mayoría de su jornada pegada al teléfono, ya que si hablas por teléfono ocurren dos cosas: sólo el que está al otro lado puede molestarte, y eres mucho más importante. Gritar cosas como “…cámbiale el flag y déjalo retenido…” pueden subirte muchos puntos.
Cuando no hay demasiado que hablar con los compañeros de trabajo, lo mejor es llamar a casa. Una media de 5 llamadas diarias para preguntar por la abuela y los niños está bien.
El otro día, el técnico se dedicó a reconfigurar los teléfonos IP de su empresa. Rosa Mari, poco acostumbrada a tales ingenios de la humanidad, decidió que necesitaba llamar. Descuelga el auricular, se lo acerca al oído y obtiene un extraño crepitar desde el otro lado. Atónita, se queda mirando el auricular, vuelve a acercárselo al oído con el mismo resultado y, finalmente, observa la pantalla donde parpadea una frase: reconfiguring IP, wait to service restablishment. Rosa Mari mira la pantalla y asalta a su compañero:
- ¿Esto qué quiere decir, que no puedo llamar?.

Pasa un rato mientras se reconfiguran las IP, al parecer de Rosa Mari un rato eterno. Cada vez siente más y más ganas de llamar. Descuelga el auricular, se lo acerca al oído, maldice y repite la operación continuamente. Justifica su molesta acción para el resto de compañeros (que no dejan de oírla quejarse) con un “joooo, justo ahora que necesitaba llamar”. Es que también es casualidad, para sólo cuatro horitas que se pasa al teléfono y que coincida con las reconfiguraciones.
Pero al cabo de un poco más de espera, desaparece el fatal mensaje del LCD del teléfono. Como si le hubieran mandado una alerta a su cerebro, Rosa Mari reacciona, coge el teléfono y marca. Todo el mundo, por pura curiosidad, atiende a la conversación tan importante que debía tener ya que tal vez afecte a sus trabajos. Alguien descuelga al otro lado y Rosa Mari no se anda con rodeos:
- Soy yo…. ¿Ya habéis comido?.

La oficina de aquí al lado: Prólogo - Rosa Mari la analista

Rosa Mari es una analista altamente cualificada. Durante años estuvo al servicio de una de las mejores compañías del sector hasta que, debido al nivel de estrés acumulado, decidió cerrar aquella etapa de su vida y buscarse un trabajo cerca de casa. Era hora de dejar paso a la vida familiar.
El primer día que se sentó en su nuevo puesto, se dio cuenta de que muchas cosas habían cambiado. El sistema que tan bien conociera antaño nada tenía que ver con el complejo entramado de procesos al que ahora se enfrentaba. Sus compañeros que tanto la respetaron en sus días de responsable de grupo estrella estaban muy lejos de allí. Por si esto fuera poco, la máquina de café tenía dos opciones más que la de su anterior trabajo. Bastante esfuerzo costaba decidir entre solo o con leche, para encima tener que preocuparse por el amargo o dulce.
Entre bromas y amables conversaciones de almuerzo, sus nuevos compañeros trataban de descubrir si Rosa Mari era quien decía ser, o aprovechaba la oportunidad de forjarse una nueva identidad respaldada en un brillante pasado ficticio.
Pronto llegó el día de la primera nómina, y fue entonces cuando tanto ella como sus compañeros conocieron la verdad: era una programadora junior con el sueldo de un analista.
Las envidias comenzaron a aflorar entre sus subordinados, mientras ella se regodeaba en la ignorancia de que gustaba disfrutar. No tenía por qué saber cómo buscar el porcentaje de retención del IRPF, al fin y al cabo acababa de llegar a la empresa y aún debía aprender el sistema.
Lejos de demostrar la capacidad de asimilación y análisis de que hizo gala en el pasado, Rosa Mari prefirió pasar palabra y disfrutar de la nueva vida que podía disfrutar. Y estas son las anécdotas que pueblan su interminable jornada laboral de siete horas.

Last drop falls

Hoy, tras muchísimo tiempo sin escribir en el blog, me he decidido a poner algo.
Esta vez no voy a contar ninguna historia vestida de monólogo. Simplemente voy a escribir algunas líneas que espero me sirvan para forzarme a escribir en el futuro próximo.
Vengo pensando desde hace un tiempo en crear una serie de monólogos, como los que suelo publicar, dedicados al personal que pulula por mi oficina. Hoy, tras salir dos horas y algo por encima del fin de mi horario como colofón a algo que viene siendo habitual, he decidido llevarlo a cabo. Y por qué justamente hoy, pensaréis. Pues bien, por un lado pretendo criticar con algo de humor (que sería de los informáticos profesionales sin él) la situación a la que nos vemos sometidos en el mercado laboral, y por otro, es que se me han hinchado las pelotas tras ver cómo el ente que se sienta delante de mí ha estado tres horas al teléfono gestionando la renovación de su DNI, se ha marchado a su hora, y yo me he comido su marrón "sobre la bocina" y a costa de mi salud (y del ensayo de mi banda).
Ese ente se llama Rosa Mari, y será la protagonista. Un personaje redondo. Tal vez algunos creeréis que las historias son inventadas, otros veréis reflejado en ella a vuestro responsable de proyecto y otros ni lo leeréis. Pero bien os prometo que la serie estará basada en hechos reales.
El primer capítulo, este fin de semana.