Cómo ser heavy (II)

Hola a todos de nuevo. Hace ya bastante tiempo desde la aparición del primer capítulo de la serie “cómo ser heavy”, dedicado a esos jóvenes que no tienen claro qué hacer para convertirse en parte de una tribu urbana. Dado que me consta que aún hay mucho adolescente perdido twiteando sin control, voy a dejarles la segunda parte, que podríamos titular: cómo acudir a tu primer concierto de heavy metal.
Para poder seguir este capítulo, vamos a asumir que habéis aprendido todo lo comentado en la primera parte de nuestro how-to casero para ser heavy. A partir de aquí y, tras una minuciosa lectura de lo que sigue, tendréis capacidad para asistir a un concierto de pequeña/mediana magnitud en vuestra cuidad.

Lo primero que tenéis que hacer es enteraros de dónde se celebra un concierto de metal (y no me refiero a una orquesta únicamente formada por trompetas). Como ahora ya debéis tener un pub metalero al que llamáis segunda casa, para encontrar un concierto, sólo tenéis que mirar a una de las paredes. Allí, entre anuncios de “se busca guitarrista”, “cantante busca grupo influencias Halford, Raphael”, veréis otros carteles, de imprenta (muy chulos ellos) que anuncian conciertos. Si ya habéis conseguido encontrar un grupo que os guste (difícil lo veo ya que cada semana cambiáis de gustos) y éste aparece anunciado, no os lo penséis, ése es vuestro concierto. En caso contrario, elegid el que tenga el nombre más molón. Ahora dirigid la vista hacia la parte inferior donde pone “venta de entradas en”, dirigíos a uno de esos puntos, soltad 20€ y ya tenéis la entrada. La entrada es ya en sí mismo un trofeo. Tendréis que plastificarla y colgarla en la pared cuando termine el concierto, así que cuidadla. No podemos doblarla.

Una vez llegado el día del concierto, tened en mente que hay que llegar como mínimo una hora antes de la apertura de puertas para poder beber antes de entrar. La cerveza y licores de ambrosía varios son caros en el establecimiento, y el heavy no suele andar muy sobrado de pasta. Así que poneos cuanto antes vuestras mejores galas de metalhead y salid a la calle. Tendréis que saber dónde está la sala, pero esto es sencillo: os acercáis a la zona en que creáis que está, y buscáis un local donde la gente haga cola de forma desordenada, en grupos, nunca en fila. El heavy está tan seguro de que entrará, y le importa tan poco en qué posición, que pasa abiertamente de hacer una cola al uso: se sienta en el suelo y disfruta de una agradable bebida en compañía.
Para llegar al local, lo suyo es que cojáis un coche cuanto más viejo mejor y lo carguéis de colegas y cerveza fría (si no tenéis los 18 podéis usar un carrito del Mercadona, pero la entrada en escena no será lo mismo). Metéis un disco del grupo más heavy que conozcáis a volumen Manowar, bajáis las ventanillas y aparecéis a velocidad lenta por delante de la puerta del garito donde se celebre el concierto, aparcando lo más cerca posible de la entrada. El hecho de bajar las ventanillas no es para vacilar cual bakala barriobajero, es porque el heavy ama la música y la comparte con sus hermanos, en un afán de conseguir la unidad de la humanidad con ese simple gesto. Ahora toca bajar del coche (sin apagar la música), abrir el maletero y empezar a despachar las litronas cual brebaje de Odín a la puertas del Valhalla.

Una vez pasado un rato tras la apertura de puertas, pasáis dentro del local y os vais directamente a la primera fila, como si hubiérais sido los primeros en entrar. Tendréis que apartar a mucha gente, pero nadie dijo que fuera fácil.
Antes de que comience el concierto tenéis que comentar las veces que los habéis visto, detallar cómo sonaban, las canciones que tocaron, alguna anécdota, etc. En vuestro caso, al ser novatos, seguramente aquí habléis de algún vídeo recién visto en Internet.
En cuanto empiece, toca acogerse a las normas básicas del metal. A saber: menear la cabeza con cada acorde hasta joderse las cervicales; corear cualquier cosa que diga el cantante y saludarle con los cuernos; mirar al guitarra/bajista/batería embobado y decir “qué bueno es el hijoputa”; gritar continuamente el nombre de la canción que más nos guste del grupo. Con esto, el concierto se os hará muy ameno y ya sólo os quedará lo último. En cuanto terminen y empiecen a tirar púas de guitarra, tenéis que conseguir una como sea, para tener inmortalizado el concierto para siempre en un trocito de plástico; todo el mundo tendrá la entrada, pero tú tendrás una púa.

Una vez terminado todo, tenéis que comentar con alguien, mientras echáis una meada, algún aspecto del concierto. Abandonáis el local canturreando alguna de las canciones inerpretadas y, seguidamente, todos los colegas juntos os volvéis a vuestro querido pub y termináis la noche entre risas y cervezas.
Y con estos sencillos consejos, ya habréis estado en/sobrevivido a vuestro primer concierto de Metal, y podréis vacilar en el “insti” de que estuvisteis dándoos empujones con mil peludos en un garito para quinientos, con un volumen ensordecedor. Os mirarán como a Edurne Pasabán, sí señor, ¡qué cojones!. Ahora os queda un reto más duro, un macrofestival. Para saber qué hacer en estos casos, podéis leer la s entradas anteriores de El Finntroll de mi Finntrolleria.