Pensamientos húmedos

Hoy, mientras me duchaba en las instalaciones construidas a tal efecto en el Servei d'Esports de la universidad, se me ha ocurrido una pregunta: ¿quién demonios regula la presión y temperatura del agua? ¿Un faquir?. Cada vez estoy más convencido de que realmente fue un faquir... o un sadomasoquista. Voy a explicar la razón de tal sospecha.
Resulta, que las duchas son de esas que se aprieta un botón y sale el agua durante un tiempo X - número real que depende de la sequía del momento y acumulación de cal en la ducha. Hasta aquí todo bien, pero ahora viene lo divertido. En el momento en que pulsas el botón, el agua sale inmediatamente con una fuerza sobrenatural - recordáis el anuncio ese de gel que decía que al ducharnos arrancamos algunas células protectoras de la piel, pues estas duchas te las arrancan todas, se queda eso como la defensa del Castellón- ... y fría. No da tiempo a apartarse -creedme lo he intentado, parecía que estaba bailando Thriller en la ducha- y claro, te da de lleno. Luego, una vez recuperado del susto inicial, te colocas en la posición políticamente correcta y adoptada como estándar para ducharte, y te encuentras con otro inconveniente: el chorro de agua cae directamente sobre las partes más delicadas de la anatomía masculina. Solución: acercarse más a la pared - o criar barriga, aunque esto no es muy lógico dado el lugar donde nos encontramos-, aunque parece que estés orando en el muro de las lamentaciones.
A estas alturas, el agua ya se ha calentado hasta el punto de ebullición, pero sólo para volverse a enfríar en otro tiempo aleatorio -llamémosle Y en este caso, número real dependiente del precio del gas en un instante temporal T.
Resumiendo, hasta ahora tenemos tres problemas: agua con mucha presión, alternancia frío-calor extremo y dirigida a las partes nobles. Los dos primeros problemas no tienen solución, el señor/a de mantenimiento - de aquí en adelante faquir maníaco enamorado de su trabajo - tiene control absoluto sobre ellos. El tercero se soluciona como he comentado anteriormente, aunque entonces casi no puedes mover los brazos para lavarte la cabeza.
En fin, si persistimos en nuestra manía de ducharnos después de hacer ejercicio, cosa para nada necesaria, saldremos de la ducha con pequeñas hendiduras en la carne a causa de la presión - eso si la fuerza no te lanza contra la pared de enfrente y te golpeas la cabeza con otro pulsador -, quemaduras en nuestra delicada piel tanto por frío como por calor y dolor en la zona abdominal inferior -osea, dolor de huevos. Vamos, que si Hitchcock llega a conocer estas duchas, la mítica escena de Psicosis no hubiera necesitado asesino.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

que pasa primo!!! jeejej tescric desde girona i man pasat esta pagina. grans histories filosofiques!! vaya crack jejej els estudis sobrats, no? mol be avore si mos posem mes en contacte!!!

Sparragol dijo...

Jeje, fem el q podem. I això d'històries filosòfiques, més bé tonteríes gestades en resaques de cap de setmana xD. Ja saps on estic.